Cuidado con lo que deseas…

Ni la dijo Confucio ni la pronunció Oscar Wilde.Ten cuidado con lo que deseas, porque es posible que se cumpla, es una de esas frases de la sabiduría popular con aplicaciones múltiples. No faltan los que quieren ver en ella un consejo para cuidar el karma, o quienes reconocen una advertencia o una llamada a la prudencia. En todo caso, yo la entiendo como una invitación a no quedarse en el mero deseo, hacernos parte de nuestros sueños y construir cimientos sólidos para que no se hundan en el momento en que se hagan realidad.

Cuando Ulises llegó al país de los cimerios, en la mismísima entrada del inframundo, para consultar con Tiresias los designios de los dioses para su viaje, se encuentra con el espectro del gran Aquiles. Ulises no resiste la tentación de darle a beber la sangre del carnero degollado, el conjuro de Circe para hacer hablar a los espíritus de los muertos. La escena es de las más dramáticas y reflexivas de la Odisea, con los dos grandes protagonistas de la guerra de Troya: el invencible capitán de los mirmidones, Aquiles, y el rey de Ítaca, Ulises, condenado a vagar por el deseo del regreso a su tierra y a su familia; las virtudes del coraje y de la astucia frente a frente de nuevo.

Cuando Aquiles recupera el habla sus palabras son la dura expresión de los deseos cumplidos, Preferiría ser el más pobre y sucio de los rudos campesinos que se revuelcan en los estercoleros sobre la tierra, que ser el gran rey Aquiles en este mundo de sombras subterráneas. Es importante recordar que Aquiles fue obligado a elegir entre una vida breve y gloriosa, que sería recordada toda la eternidad, o una vida larga pero sin fama. El orgulloso héroe escogió el camino corto pero glorioso, la fama de ser reconocido por sus gestas. Ahora, desde el inframundo, contempla aquella decisión de un modo diferente, porque desde su trono de grandeza echa en falta haber saboreado el tránsito de la vida, con su dulzor y su amargor, flores y estiércol, tiempo y destiempo.

La tremenda confesión de Aquiles guiará las decisiones de Ulises durante el resto de su viaje a Ítaca. Le pone en alerta sobre las aspiraciones que no se sostienen sobre la roca firme del trabajo personal, aprender a dilatar los cumplimientos para afianzar los deseos y modelarlos como signos de esperanza, lejos de la pereza por recorrer un camino más largo y menos trillado.

No dejarse vencer por el deseo, alcanzar hacer de la necesidad virtud, es una tarea que lleva toda una vida. El problema no está tanto en el cumplimiento de los anhelos cuanto en la dificultad para vivir en las decisiones, eso es lo que verdaderamente nos salva. Prendernos de cada opción tomada y ser capaces de transformarla en esperanza, en cambio, en determinación.

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