El sábado tres de septiembre tuve la inmensa suerte de recibir la consagración definitiva en nuestra Orden de un hermano y amigo, Francisco Jesús Ferrer Serrano, que emitió su Profesión Solemne como trinitario en Granada. Ya que algunos me han pedido que publicara las palabras que dije en la homilía, como pequeño regalo a «Curro», las comparto con todos vosotros.
Hay muchos que siguen pensando que hacer unos votos religiosos es un acto de renuncia, no es culpa suya, así nos lo han vendido muchas veces, así se nos ha presentado y así se ha defendido, tal vez para no afrontar el desafío de lo que realmente significa este gesto de amor y de voluntad. Hacer los votos no es renunciar, como tampoco es un acto de entrega, que sería una renuncia camuflada de bonitas palabras, pero al fin y al cabo una renuncia.
Acabas de pedir hace un momento “La misericordia de Dios, la pobreza de la Orden y la compañía de los hermanos” para toda tu vida. Hay mucho detrás de esas sencillas palabras. Sencillas pero cargadas a su vez de ideas que poco encajan con lo que debería ser hoy la vida religiosa.
Hoy diríamos que buscamos más el amor que la compañía de los hermanos. Todos estamos necesitados de amor, más aun los religiosos, necesitamos sentir que Dios nos ama a través de las personas con las que compartimos el camino, especialmente si recorren el mismo camino que nosotros, si saben de sus requiebros, de sus miserias, de sus alegrías, de sus baches y zonas de refresco. Necesitamos ese amor de los hermanos. Durante mucho tiempo incluso se ha dicho que en la vida religiosa no tenía hueco la amistad, se buscaba el trato distante y la vivencia individual del amor de Dios. Nos estamos dando cuenta de que eso, hoy en día no nos lleva a nada, necesitamos amar y sentirnos amados, porque de otro modo no alcanzaremos a comprender qué es eso del amor de Dios. Pero sobre todo porque toda la admiración, toda la piedad, todo ese amor que buscamos en los hermanos, ha pasado antes por la misericordia de Dios. Pedir la misericordia de Dios es pedir que aprendamos a llegar, como él, a todos los rincones de la vida que nos ha regalado, a los de la pobreza y a los de la caridad. Es saber vivir en el perdón, sí, pero es mucho más que perdonar. «La misericordia revela el misterio de la Santísima Trinidad, es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Vultus misericordiae, Francisco).
Los votos que va a hacer son, por tanto, como rutas que te permitirán sentir aire fresco en tu día a día, el que harás solo, pero sobre todo el que harás con tus hermanos, los que dentro de un rato te vamos a dar el abrazo de acogida en nuestra Orden. Aprender a discernir esas rutas en el tiempo oportuno, gestionar tus emociones para sean río y no presa, será un trabajo diario y constante, pero será tu trabajo, nadie lo puede hacer por ti. Pero muy por encima de las rutas está el camino. La misericordia de Dios te enseña a revelar ese misterio de la Santa Trinidad que tantos hermanos, que a lo largo de la historia de nuestra Orden han profesado estos mismos votos, han ido haciendo menos misterio y más vida. Y es por eso que, desde nuestra tradición reformada, añadimos un voto muy especial, un voto de no pretender, de humildad, porque nuestro padre San Juan Bautista de la Concepción, no podía entender otro modo de vivir y ser misericordia si no es desde la sencillez de la vida. ¿Qué otra cosa es si no el amor? Esa es la pobreza que pides a nuestra Orden, una sencillez que transforma cada encuentro, cada paso que das, cada gracia compartida. Aprende todos los días a amar, a aquellos con los que vives y a aquellos para los que vives. Aprende a amar con el convencimiento de que solo desde la misericordia podemos ser amados.

Hermosa homilía y auténtica ruta para un buen Trinitario en los tiempos que vivimos el alma en el pobre,en Dios_Trinidad, pero caminando……..Bendita Orden Trinitaria!
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