Pues sí, puestos a imitar y copiar, ¿por qué no copiar lo bueno? Me sigue parecido curioso que solo seamos capaces de hacer nuestro lo que más nos despersonaliza, y de entre tantas cosas buenas que podríamos importar de USA, lo hagamos solo a bombo y platillo con esas fiestas que nos ocultan debajo de máscaras, como la famosa de Halloween, o la que acaban de meternos con calzador y nos enloquece con un consumismo loco e impersonal, como la del Black Friday.
No estoy en contra de que celebremos, tampoco que importemos otras fiestas, en realidad lo llevamos haciendo desde hace mucho tiempo, con fiestas tan «nuestras» como la Navidad, o la noche de San Juan, las fallas, los carnavales… No es eso, lo que me preocupa es la elección, ¿por qué esas y no otras? ¿Por qué fiestas que nos hacen zombis?, ya sea disfrazándonos de ellos o convirtiéndonos en ellos como compradores compulsivos.
Hoy es el Thanksgiving day, el Día de acción de gracias, todo un acontecimiento familiar en la cultura norteamericana. Las películas y series estadounidenses han explotado esta fiesta incluyo más que Halloween porque, a pesar de los pesares, esa cultura es capaz de parar y detenerse una vez al año para dar gracias, en familia, por todo lo que tenemos, por lo que hemos construido, también por lo que hemos perdido. En esas películas contemplamos atónitos cómo todos se ponen en camino para comer juntos alrededor del famoso pavo de acción de gracias, se sientan a la mesa, estrechan sus manos y rezan, sí, sí, rezan, lo hemos visto cientos de veces, pero está visto que eso tiene poco que aportar a nuestra cultura, de rancias raíces religiosas. Nos va mucho mejor imitar otros valores consumistas.
¿Cuántas veces nos paramos a dar gracias? Hace unos días en el autobús cogí las vueltas del billete con una sonrisa y un sencillo «gracias», el conductor al principio pareció quedarse un poco sorprendido, en seguida me miró, sonrió y dijo «gracias a ti». El auténtico motor de este mundo no es la economía sino el agradecimiento. Dar gracias supone un gesto de humildad suprema, significa, en su sencillez, aceptar que el otro está ahí, que no camino solo, que lo reconozco.
Hoy también te digo a ti «gracias», por leerme, por pararte este ratito. Gracias especialmente a aquellos que respiran a mi lado cuando el asma espiritual me invade, a los que me dan confianza, a los que recorren kilómetros, no siempre físicos, para sentarse a la mesa conmigo, unir las manos y poder decir al Dios de la Vida, gracias.