Liberación interior

Estos últimos días antes de comenzar el Adviento nos traen unos evangelios con el «tétrico» subido. Personalmente me hace gracia ver las caritas de la gente que vine a Misa, escuchando con asombro en boca del pacífico Jesús amenazas y desastres que nos vendrán encima. Habrá muchos, por desgracia, que no tengan que hacer demasiados esfuerzos para imaginarse esos escenarios y catástrofes, porque ya se ha encargado la vida de traerles el encargo a domicilio. Pero es acabar el evangelio, decir aquello de Palabra del Señor y sentir un poco de vergüenza por los usos abusivos que tantos otros han hecho de estos evangelios, de estas buenas noticias, para mantener a la gente a raya y sus privilegios a buen recaudo. Lo de los profetas de desgracias no ha pasado a la historia, los seguimos escuchando, amenazando, gritando continuamente sus inseguridades y sus miedos, que sólo saben alimentarse del miedo de los más pequeños, como aquellos monstruos de la película de Disney que necesitaban el miedo de los niños para garantizar su nivel de vida.

Pero, ¿cómo podemos hablar de buena noticia cuando el mensaje es tan negativo? La clave vocacional nos la da el final del evangelio de hoy:

Cuando sintáis todo esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación (Lc 21,28)

En primer lugar conviene recordar que el Evangelio no es un libro de profecías al estilo de Nostradamus, ni Jesús es la versión aramea deRappel, con túnica pero sin gafas. El evangelio no adivina el futuro sino que lo anticipa en nuestras vidas, y es precisamente por eso por lo que se convierte en un texto vocacional extraordinario, en una perla de gran valor.

Las catástrofes, no sólo las del planeta sino también mis catástrofes interiores, que son reflejo de las que ocurren fuera, suceden sin dejarme mucho margen de maniobra. Quien primero sufre todo ese desequilibrio es mi libertad, me siento encadenado, abatido, prisionero de un destino, del que también me esfuerzo cada día por escapar. Y es aquí donde Jesús toca nuestra línea de flotación: no te esfuerces tanto por escapar de un destino que no puedes cambiar, porque no depende de ti. Formas parte, lo quieras o no, te guste más o menos, de todo este entramado de injusticia. Pero tal vez has encontrado una perla de gran valor que un día enterraste hondo. Olfatea los signos, confía en ti mismo, libérate de la angustia y el miedo. Sólo desde esa libertad interior podrás levantar tu cabeza ante la adversidad y caminar entre ella. Esta es la buena noticia, en medio de los signos de desgracia tú puedes elegir creer, y confiar. No desaparecerá el mal, eso es cierto, pero ahora ya tampoco te va a preocupar eso, realmente eres libre.

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