Olive Kitteridge, de Elizabeth Strout (2008)

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 Casi sin querer, sin pedir permiso y sin que se note, los entresijos de la historia de Crosby, pequeño pueblo de Maine, van formando parte de la vida del lector. Camuflada en pequeñas historias, que se podrían leer individualmente, se forma la escena global alrededor de Olive Kitteridge, maestra jubilada de matemáticas, que va domando su fuerte genio al mismo tiempo que la vida pasa a su alrededor. Me ha recordado mucho el Winerburg, Ohio de Anderson, retazos de vida que sólo se llenan de sentido contemplados desde el conjunto, es aquella intrahistoria unamuniana que hace comprensible la historia, y sin la cual ésta carece de sentido. Premiada con el Pulitzer en 2008 esta atípica novela produce una sensación de “ojo de cerradura”, en ocasiones la lectura me ha sorprendido viendo más de lo que se permitiría ver, el tratamiento de los personajes va más allá del psicologismo de la moderna novela americana, y se nos permite acercarnos a ellos como a alguien sentado a nuestro lado en la terraza del bar. Cuando he acabado la lectura de este libro me he sentido parte del censo de Crosby, preocupado por sus gentes, compañero de sus destinos.

Mi personaje: Henry Kitteridge, leal marido de Olive, identificable tal vez como personaje secundario pero que acaba siendo el motor de toda la historia: “Es un inocente. Así es como ha aprendido a sobrellevar este vida.” (p.94)

Lo mejor: La sencillez que empapa cada relato, la sorpresa, la evolución de Olive…

Lo peor: Nada destacable. 

La recomiendo, especialmente para quienes buscan una lectura agradable, sencilla y, al mismo tiempo, de las que dejan poso unos cuantos días.