El dolor y la perla

La perla es sólo una reacción ante el dolor. La ostra envuelve en nácar cada piedrecilla que se queda atrapada en su interior, suaviza sus aristas, rodea su extrañeza, adapta su ritmo y crea belleza. El origen de esa lágrima de nácar sigue existiendo en su interior, hay incluso quien sólo piensa en el dolor, quien lo rechaza y se lamenta de no poder contar sólo con el brillo envolvente de la perla; pero hay también quien toma cada perla entre sus manos y mira hacia delante, contando posibilidades y aprendiendo a levantarse. Cuando te dejas envolver de la ternura de Dios las pequeñas piedras, las caídas, las aristas, dejan de dañarte y de dañar a los otros, para ser perlas finas que crean belleza interior. No luches contra lo que no comprendes, envuélvelo de ternura, aprende a amarlo. Dios, y cada uno de los que te queremos, necesitamos esa perla, que tú has hecho desde el dolor.