Los comienzos de año son una invitación a hacer propósitos, a echar la vista atrás y reflexionar sobre lo vivido, a renovar las esperanzas para mirar con confianza lo que tenemos por delante. La fugacidad de los propósitos de año nuevo nos desafían a convertirlos en compromisos arraigados en la constancia, una sincera aceptación de las debilidades y una inequívoca disposición para abrazar la misión a la que nos sentimos llamados, sin que nada nos desvíe hacia la mediocridad.
Ser constantes es el fundamento para la transformación. Hacer propósitos suele convertirse en un acto aislado, carente de compromiso, como si los propósitos fueran un elemento mágico, casi con vida propia. Es la dedicación diaria, el esfuerzo persistente lo que convierte los propósitos en hábitos arraigados. Cada pequeño paso es un avance, y la constancia de la propia voluntad es el cimiento sobre el que se construyen realmente los cambios más importantes de nuestra vida.
Pero este compromiso que nos piden los propósitos implican aprender a aceptar las propias debilidades como elemento indispensable de nuestra identidad. Reconocer lo que debemos mejorar no es señal de fragilidad, sino el primer paso hacia la fortaleza. Al aceptar nuestras limitaciones, especialmente cuando hacemos nuevos propósitos, estaremos creando oportunidades para el crecimiento personal. Cada debilidad puede ser un catalizador para el desarrollo personal, pero nos hacemos flaco favor disfrazándolas de fortalezas que no son.
Cada propósito es, además, un desafío para no conformarnos con la mediocridad. Nuestras metas nos comprometen a huir de las medias tintas, a esquivar la tentación de la comodidad. Es fácil perderse en la rutina y conformarse con lo conocido, hacer propósitos que no nos compliquen demasiado la existencia, que nos ayuden a salir del paso, aunque tengamos que engañarnos a nosotros mismos. Pero abrazar nuestra misión significa abrazar también el reto de superarnos, de explorar nuevos límites, de negarse a aceptar la mediocridad.
Quiero y necesito que mis propósitos de año nuevo sean mucho más que una lista de deseos efímeros. Quiero y necesito propósitos como compromisos arraigados desde la constancia, sin ocultar mis debilidades. Tropezaré, caeré, y me levantaré, pero no dejaré espacio para las excusas ni para la mediocridad.



